Pensamiento crítico

Una narración sobre la adaptación y el hábito

January 2, 2024
Pensamiento crítico

Los nómadas se volvieron sedentarios. A su origen en movimiento se le agregó la connotación de extraño. El nómada es el otro que ilustra lo diferente, lo define, le da sentido a aquello que ya no se mueve. El sedentario deja de recordar de donde vino para crear la contradicción que le da su lugar en el mundo.

¿Charles Darwin hablaba de olvido? ¿Olvidar es parte de la adaptación natural? Ese parece ser el caso, al menos si tomamos como evidencia directa aquello que ocurre con nuestro presente. El homínido primitivo no recordaba de dónde venía porque no tenía que hacerlo. Vivía su origen, caminando.

¿Acaso fue el curso natural de las cosas lo que nos llevó al lugar en el que estamos como especie? Queremos, en este texto, explorar de una manera nómada las fuerzas que rodean a esa pregunta. La mejor manera de hacer esto no yace en un recuento de eventos sin sentido. Para ilustrar es necesario usar herramientas que nos son íntimas y primigenias. Sin duda, la narración, es, fue y ha sido el mejor pincel que hemos tenido para pintar ideas dentro de las paredes de nuestra mente.

Más vale maña que fuerza

El argumento que mejor explica la procedencia de todo organismo vivo proviene de la inquisitiva mente de Charles Darwin. En su libro de 1859 titulado El origen de las especies, proyectó una visión que cambió nuestra percepción de la realidad.

Darwin observó y reunió una cantidad significativa de evidencia que apoyaba su tesis principal: el cambio. En efecto, antes se creía que las especies permanecían siempre de la misma forma, igual que estatuas perpetuas. Sus observaciones le permitieron encontrar un mecanismo que destruía esa noción, ya que este es el encargado de modificar a las especies con el paso del tiempo. Esto genera mutaciones que les permiten tener ventaja sobre otras especies. La supervivencia es ley.

A dicho mecanismo se le conoce como selección natural. El concepto ha tenido un sinnúmero de malas interpretaciones, muchas de las cuales han logrado ser fundamento para sustentar el racismo. Confunden la maña con la fuerza. No son lo mismo.

La selección natural es adaptación y esta no viene con la fuerza. No es la supervivencia del más fuerte sino del que mejor puede adaptarse a las circunstancias. El gran tamaño de un animal sin pelaje no es contrincante para uno pequeño con suficiente pelaje para resistir el invierno. 

La maña tiene que ver con la circunstancia y los elementos contingentes que hay en ese preciso instante. Por el contrario, la fuerza, es mecánica, se reduce a Newton. Fuerza es igual a masa por aceleración. Una puede improvisar, la otra no tanto.

En México, el dicho “más vale maña que fuerza” expresa un significado de adaptación. Podría entonces ser posible hacer una analogía entre la selección natural y las historias que contamos por tradición y experiencia. 

Así es como le podemos poner imagen a aquello que, por su abstracción, a veces es bastante difícil de asequir. Los mitos tienen allí su función.

Imagina un joven que se llama Juan. Habita en los barrios bajos de cualquier ciudad del mundo. No vive su origen como el homínido, vive para sobrevivir. La medida de tiempo que usa no es anual, tampoco semestral, ni siquiera mensual. Se apega al día a día, puesto que la única luz que tiene, no es la del sol, es la de la esperanza de no dormir con el estómago vacío.

Juan es escuálido, no posee mucha fuerza física y eso le evita imponerse para defender su territorio. Sin embargo, se ha dado cuenta que no necesita eso. Su experiencia en la calle le ha enseñado a usar lo que lo rodea. Sabe improvisar.

Tiene conexiones sociales, la chamba sale y si esto llega a fallar, tiene la capacidad de maniobrar para sacar comida o dinero de otro lugar. Improvisar es adecuarse a las circunstancias de la mejor manera para sobrevivir. La adaptación en la selección natural es muy similar y ahí se encuentra la maña.

Aquel que solo tiene fuerza y tamaño no sobrevive solamente por esos atributos dado que, por lo general, reacciona siempre de la misma manera. En la teoría de la evolución, esas especies son las que perecen. No pudieron adecuarse a su entorno. Ese proceso fue el que hizo que la especie humana floreciera sobre la faz de la tierra.

Y, bajo esa misma tierra, aparece la pregunta que hicimos al inicio. ¿Podrá ser que ese proceso de adaptación por selección natural nos dio las herramientas para destruir nuestro hogar? ¿La habilidad de Juan para sobrevivir e improvisar puede ser una habilidad negativa en lugar de una positiva? ¿La naturaleza hizo una contradicción?

Repetición + costumbre = hábito

En primera instancia, la naturaleza no actúa bajo términos que el propio humano ha inventado para poder comprender el mundo a su manera. La creación natural no se basa en aquello que nosotros creemos ni tampoco en lo que no creemos. Su proceso es aleatorio e impersonal. Por eso se nos escapa todo el tiempo y nos frustra no entender aquello que nos rodea.

No hay contradicción. La naturaleza, bajo sus mecanismos, generó una especie a partir de un ancestro común. El producto de esa dinámica no se mide en términos “malos” o “buenos” dado que esos los inventamos nosotros. Muchas veces, las mutaciones que aparecen en las especies, no son ventajosas del todo. 

Nuestro particular tipo de conciencia, habilidad para planear en el futuro, toma de decisiones, lenguaje, herramientas y tecnología, cambiaron el panorama. La presión natural de nuestro entorno por adaptarnos dejó de ser una preocupación. Ya no hay necesidad de mutar genéticamente puesto que nuestro cerebro puede pre adaptarse.

Por lo tanto, ya no necesitamos millones de años para modificar una característica biológica que nos ayude a adaptarnos. Hay que recordar que una mutación genética requiere mucho tiempo para aparecer, nuestro cerebro aceleró el proceso sin necesidad de esperar tanto tiempo (aunque esto no significa que las mutaciones genéticas dejen de ocurrir).

Los humanos son capaces de modificar y planear dentro de su entorno. Adaptamos nuestro entorno a nuestras necesidades, esa es nuestra ventaja natural más grande. Aunque también parece ser la desventaja más trágica de nuestra existencia.

Nuestra pre adaptación cerebral y nuestro lenguaje, siempre social, nos dio la plataforma para generar conocimiento. Predecir un suceso, aprender de ello y transmitirlo por generaciones funge como la base de todo progreso. La manera en la que nos comunicamos tiene mucha relevancia en esto.

Mucho del conocimiento antiguo venía de una ritual, el cual tenía una relación con algún suceso. El sol, la lluvia, estrellas fugaces, las cosechas, construcciones etc. Predecimos con un toque mítico e incluso mágico debido a la costumbre. Los ritos vienen de la costumbre y la costumbre viene de la repetición. Cuando un rito se cristaliza dentro de nuestro comportamiento, se produce un hábito.

El hábito es la repetición de una acción que ya no requiere una intención consciente, se hace como si fuera natural. Toda ceremonia cultural viene de este proceso y la religión se crea a partir de la repetición de ciertas ideas que se acabaron de aceptar como ciertas. ¿No sucede lo mismo con nuestra relación con la naturaleza a pesar de que vivimos en ella?

La pre adaptación de nuestro cerebro es en extremo ventajosa. De manera natural, la usamos para sobrevivir y lograr llegar a la especie que somos ahora. Creamos un hábito a partir del uso constante de dicha ventaja. Se volvió una parte inseparable de nosotros.

Ese hábito rápidamente dio pie a otras variantes debido a ese proceso de predicción, las cuales no eran del todo necesarias para sobrevivir. La socialización y el lenguaje produjeron cultura, creencias y todo lo demás. Nuestra especie se enseñó a sí misma a entender el mundo por medio de la repetición de aquello que funcionaba.

Las creencias emergieron y la repetición tomó una significación distinta. Lo que se repite, funciona, y eso nos brinda orden, control. Cuando el tiempo transcurre, el origen de dicha repetición se olvida para entenderse como una regla, norma y verdad. La ventaja natural se convierte en un deseo radical por controlar todo lo que nos rodea.

El hábito de olvidar nuestra repetición, de negar el origen de nuestros ritos y creencias, es el principio de nuestra perdición. Parece que esa puede ser una de las pistas que podrían ilustrar la separación de nuestra especie con la naturaleza. Vivimos en ella solo para intentar controlarla y eso no siempre fue así.

Recordemos a nuestro personaje Juan. Vive al día, bajo las circunstancias de su entorno pero con la capacidad e inteligencia de modificarlas. Sobrevive con lo que tiene y nada más. Necesita improvisar. Sigue teniendo en su comportamiento rasgos primitivos y nómadas.

En NOMAD, lo que se experimenta y aprende es la manera de recuperar la maña porque desbordamos de fuerza. La aventura te obliga a improvisar y moverte mientras que la comodidad te hace tosco, estático....controlador. ¿Estás dispuesto a recordar tu origen rompiendo el hábito? Sal de tu zona de confort y lánzate a lo desconocido.

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