¿De qué me hablas?
Corte a: el barón de Münchhausen, cabalgando en su valiente corcel. Un golpe. Se quedó atorado en arenas movedizas. Parecía barro. Viscoso. Sin embargo, el miedo quedó ausente y fuera de la ecuación. El barón, con la seguridad de aquel que sabe algo que nadie más parece saber, escapó ileso con su caballo, jalando su propio cabello.
Parece ridículo pero aquello contiene un concepto filosófico que destruye nuestro conocimiento del mundo.
Escépticos y Pirrónicos
Ningún artista, ya sea visual, cinematográfico o literario, puede mentir en el origen de su inspiración. Cada creación refleja la realidad histórica del artista. Una novela literaria, necesariamente, por intrincada y surreal que parezca, tiene innumerables elementos del mundo en su interior. En efecto, la realidad es más extraña que la ficción. Y aquello nos invita a reflexionar y cuestionar justamente eso que llamamos “realidad”.
¿Será que vivimos en las hojas de un cuento escrito por un ente divino? ¿Lo que percibimos es una ilusión de algo completamente diferente de lo que vemos y sentimos? ¿Podemos decir que existe alguna certeza en absoluto?
Preguntas de ese estilo tienen la huella indeleble del escéptico, de aquel que duda sobre la creencia de todo. Es una corriente filosófica que tuvo uno de sus más increíbles desarrollos en la Grecia antigua. A veces se refieren a una facción de la misma escuela de pensamiento con el nombre de “Pirrónicos” debido al pensador Pirrón del siglo 300 a.C.
Básicamente, lo que dicho pensador predicaba era la suspensión del juicio en el momento de conocer el mundo. Los pirrónicos suponen que los objetos de la realidad son indeterminados y, en cierto sentido, aunque el humano diga verdades o mentiras sobre de ellos, no logramos encasillar por completo los objetos en esas verdades o mentiras.
Es decir, los humanos somos limitados en nuestra percepción y comprensión al grado de generar ilusiones completas de algo que es incompleto. Los conceptos de “verdad” y “mentira” son artificiales, no tienen una conexión directa con la realidad. Creamos y desarrollamos en el tiempo dichos conceptos debido a su eficiencia para organizar, desde nuestra perspectiva humana, el mundo. La ciencia, la espiritualidad y la filosofía cumplen dicho propósito de herramientas creadoras.
Métodos inciertos
Intentamos explicar lo que creemos ser un verdadero conocimiento o un falso conocimiento por medio de diferentes métodos. Y, por lo general, buscamos que el método funcione para todos, que tienda a ser universal para eliminar la creencia individual.
El punto de ebullición del agua es, aproximadamente, a los 100°C. Esto ocurre sin importar cuáles sean tus creencias, valores, inclinaciones, actitudes, emociones o acciones.
Por el contrario, el supuesto de que existen fantasmas que regresan después de la muerte se relega a creencias particulares, como la católica. Un budista probablemente jamás “perciba” a un fantasma.
Pero, ¿cómo demonios logramos hacer esa distinción? ¿Cuál es el método que opera en ambos casos? En el primer caso de la ebullición del agua, hay un método científico de observación, hipótesis, experimentación y demostración matemática.
El segundo caso aplica un método metafísico y eso significa que la “evidencia” no puede percibirse con los sentidos de manera directa. Dicha evidencia, por lo general, es teológica, espiritual y filosófica. Por eso no puede replicarse como un experimento común. Un budista, aunque siga los pasos de la liturgia católica, no verá fantasmas.
Así que, ¿cuál es más verdadera? ¿Se puede en principio hacer esa pregunta por la verdad más verdadera o ambas situaciones son igualmente neutras porque es posible aplicar una pizca de escepticismo?
Münchhausen en el barro
Podemos adoptar la postura del barón de Münchhausen. Los pirrónicos griegos se refieren al mismo tema como el “trilema de Agrippa”. Sin embargo, me parece que la fábula del barón de Münchausen es mucho más ilustrativa para desarrollar el concepto.
El término lo acuñó Hans Albert durante el siglo XX y habla sobre cómo, el propio barón, narraba la forma en la que salió del peligro en una de sus andanzas por el bosque montando a caballo.
Se supone que el barón de Münchhausen, cabalgando, se quedó atorado en un alberca de barro que hacía las de arena movediza. Y, a manera de hazaña épica, logró salir con todo y su corcel, solamente jalando hacia arriba la coleta de caballo en la que tenía recogido su cabello.
Por supuesto que, a primera vista, la anécdota de Münchhausen parece ridícula pero esa es precisamente la intención. Lo que la narrativa quiere expresar es la poca estabilidad de nuestras justificaciones o principios (arena movediza) y lo inútiles que son nuestros esfuerzos por no ahogarnos (salir de la arena movediza jalando nuestro propio cabello).
Argumentos asfixiantes
Así que, cuando argumentamos la verdad o falsedad de algo, como el agua que hierve a 100°C o las apariciones de fantasmas, inevitablemente caemos en arenas movedizas que subyacen a nuestro argumento.
De ahí que nos refiramos al concepto como un “trilema”, solamente hay tres estructuras en las que cualquier argumento cae en su momento de construcción. Las tres tienen errores y, no importa lo que se haga, solo jalaremos nuestro propio cabello en un inútil intento para no ahogarnos.
Sin importar el argumento, la justificación no puede escapar de alguna de las tres estructuras que ponen evidencia el error que forma parte de su estructura:
- Circularidad
- La conclusión se encuentra dentro de las premisas del argumento.
- Ejemplo: “Dios existe porque la realidad existe. Dado que la realidad existe, Dios existe.”
- La conclusión se encuentra dentro de las premisas del argumento.
- Causa y efecto
- Aparece una regresión al infinito en una cadena de causas y efectos.
- Ejemplo: “Se supone que el universo es una serie de causas y efectos que se pueden rastrear hasta el Big Bang. Por lo tanto, algo debió causar el Big Bang y esa causa tuvo que tener otra causa. ¿Existe una causa última? Si esto es así, tendría que ser una causa sin causa.
- Aparece una regresión al infinito en una cadena de causas y efectos.
- Axiomático (de principios)
- Se proponen principios fundamentales desde donde todo lo demás se desarrolla. No se justifica dicho principio dado que es evidente.
- Ejemplo: “El principio aritmético de suma dice que 2 + 2 = 4. ¿Cuál es la razón de que esto sea así? ¿Qué lo justifica? Se supone que aquello aparece como autoevidente. Es así porque es así. En realidad, esto aparece con leves indicios de arbitrariedad.
- Se proponen principios fundamentales desde donde todo lo demás se desarrolla. No se justifica dicho principio dado que es evidente.
¿Somos, en todo momento, el barón de Münchhausen intentado salir de una trampa mortal al jalarnos del cabello de forma patética? ¿Lo que intentamos decir de la realidad no tiene nada que ver con las palabras que conforman el argumento?
Parece que nos ponemos en una posición estática, inmóvil. Sin embargo, regresando a los escépticos y pirrónicos, la acción tiene que ver con el intento de suspender nuestro juicio para que no nos inclinemos mucho de un lado o del otro.
El único gesto de sabiduría, y no propiamente de conocimiento, es aceptar que nuestras limitaciones biológicas, creativas y racionales, sólo nos permiten aprehender un fragmento de la realidad.
No existe una verdad absoluta pero tampoco una mentira absoluta.
Es imposible que podamos tener la razón y aquello resulta como algo extremadamente liberador.
Referencias
